miércoles, 2 de julio de 2014

RECEPCIÓN DE LA CULTURA ESPAÑOLA EN RUSIA

RECEPCIÓN DE LA CULTURA ESPAÑOLA EN RUSIA

Apuntes breves.

Por Manuel Fernández Espinosa




Aunque Rusia esté tan lejos de España en el espacio, nunca hemos dejado de tener noticia los unos de los otros. Encontramos menciones nada despreciables del Gran Duque de Moscovia, por ejemplo en la obra de Quevedo (Discurso XXVI de “La hora de todos y la fortuna con seso”). Y el prolífico Lope de Vega ambientará uno de sus dramas en la lejana Rusia: “El Gran Duque de Moscovia y emperador perseguido”. Un autor menos conocido, Suárez de Mendoza, también emplea material ruso para su novela “Eustorgio y Clorilene. Historia moscovica” (año 1629): el conocimiento remoto de la realidad rusa, bien es verdad, servía a los escritores españoles para fantasear a su gusto, recreándose en ambientes exóticos. Hay más precisión en el conocimiento que muestra Francisco de Quevedo o Diego de Saavedra Fajardo, políglotas y hombres que se habían movido en el mundo diplomático.

En lo que respecta a Rusia, las noticias que en fuentes rusas se hallan sobre literatura española parecen remontarse al siglo XVI. Aunque parece que el acceso a las obras españolas efectuado por los rusos que más tempranamente se interesaron por nuestra cultura fue a través de otras lenguas como el latín, el alemán o el francés. El monje traductor Máxim Grek mencionaba a Luis Vives. Algunos autores españoles fueron traducidos por la Academia de Kíev, empleando sus textos como material didáctico. También fue usada la “Disciplina clericalis” de Pedro Alfonso por el preceptor del Zar Fiódor (1676-1682). A finales del siglo XVII se tradujo por vez primera, casi recién salido de las imprentas, las “Empresas Políticas o Idea de un Príncipe Cristiano” del más arriba mencionado Saavedra Fajardo. En las postrimerías del siglo XVII se conoció también en Kíev las obras de Raimundo Lulio y más tarde serían celebradas en Moscú. Durante el siglo XVIII, muchas novelas populares cuyos autores firmaban con los pseudónimos como “Doltorn” o “Francel-Vencian” escogían como protagonistas a personajes con sonoros nombres y apellidos españoles, tales como Alfonso de Castilla, don Ramiro Derzas, don Isim. En 1720 ya es mencionado en fuentes rusas nuestro Miguel de Cervantes.
En 1820 la hispanofilia cultural rusa llegará a su ápice: así Pável Alexandrovich Katenin (1792-1853), uno de los exponentes del romanticismo ruso, tradujo los Romances del Cid. Piotr Vasilievitch Kireïevski (1808-1856), hermano del eslavófilo Iván Kireïevski (1806-1856) se ocupó de la literatura española en calidad de etnógrafo y avezado filólogo. Uno de los libros de viajes a España, escrito por un ruso, serían las “Cartas sobre España”, de Vasili Petrovich Botkin (1812-1869), que fueron publicadas en revistas desde 1847 a 1849 y en forma de libro el año 1857.

Tampoco los grandes nombres de la literatura rusa dejaron de sentir una fascinación por España. Nikolai Vasilievich Gogol (1809-1852), autor de “Almas muertas” y “Tarás Bulba”, ponía en palabras de uno de los personajes de una de sus novelas estas palabras: “Hoy estuve toda la mañana leyendo periódicos: ¡Qué cosas más raras que pasan en España! ¡Hasta me era imposible comprenderlo del todo! Se dice que el trono está vacante y que los altos dignatarios están en una situación muy difícil respecto a la elección del heredero, y que de allí proviene la indignación general. Esto me resulta en extremo extraño: ¿cómo puede estar un trono vacante? Dicen también que cierta “doña” tiene que subir al trono… Pero una “doña” no puede subir al trono; pues eso es imposible, dado que el trono ha de ser ocupado por un Rey”. Así se percibían en Rusia los prolegómenos de lo que sería nuestra Guerra de los Siete Años (Primera Guerra Carlista). La lectura de los periódicos que llevaban a Rusia la actualidad española fue el detonante para que se desencadenara la locura (muy quijotesca) que ese personaje novelesco tenía larvada pues, ante el trono vacante, descubre un buen día que: “¡Hoy es un gran día! ¡En España hay un Rey! ¡Por fin ha sido encontrado! Y este rey soy yo. Reconozco que al parecer me ha iluminado un rayo”. El título de esta novela es “Diario de un loco”. Otro grande de las letras rusas, Iván Turguéniev bebió los vientos por la española Paulina García Sitjes, de quien fue amante. Y no permanecería inmune al influjo español el gigante de la literatura rusa, Fiódor Dostoyevski, además de muchas menciones que hace de España en tantos relatos y tantas de sus novelas, en “Los hermanos Karamázov” (1879-1880) dedicará un gran espacio a exorcizar sus demonios, en lo que será uno de los pasajes más famosos de “Los hermanos Karamázov”: el relato del Gran Inquisidor, que tomó como lugar de la acción Sevilla. Dostoyevski siempre alimentó una acerva desconfianza por el catolicismo romano y, en concreto, tuvo una hostilidad por la Compañía de Jesús. El filósofo alemán Peter Sloterdijk quiere ver en la figura del Gran Inquisidor de Dostoyevski un “representante de un nuevo conservadurismo político y cínico”, siendo más que el retrato de un inquisidor español veraz, “una retroproyección de avanzadas tensiones ideológicas desde el siglo XIX al XVI”.

Creemos que con estos apuntes hemos ofrecido unas muestras, aunque no exhaustivas, de que (desde el siglo XVI hasta el XIX) existió una permanente, aunque variable, recepción de la cultura española en Rusia.

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